Haber aprobado los exámenes no me quita el estrés para asegurar la beca. Aunque no se lo voy a reconocer a nadie, a veces dudo por haber elegido esta carrera y encima tener que pagármela trabajando por las tardes. Ni siquiera un jefe amable en la cafetería del hotel compensa la mierda que me espera en casa todas las noches.
Solo me libra de lo que llamo el desierto arquitectónico mi sesión de skype, y el irme a dormir imaginando que Xavi me espera arriba de esas escaleras mecánicas del metro de Londres que me mandó.
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